miércoles, 26 de septiembre de 2007

La Regla de San Benito y la vida monástica en Occidente.

“Que el Señor nos dé la fe auténtica por la que uno obedece y se somete a su voluntad. Obediencia que no es frustración, todo lo contrario, lleva a la plenitud, a la verdad. Feliz el hombre que pone en Dios su confianza” (1)

La Regla de San Benito refleja la necesidad que tiene el ser humano de buscar y conectarse plenamente con Dios, este ser supremo, en el cual hombre se cobija, busca su protección, su amparo, la tranquilidad que no le ofrece una insegura civilización, en la que ya no se puede confiar. El hombre comienza a abrir su corazón a Dios, comienza a contemplarlo, ya no de una manera anacoreta como lo fue en un principio, sino que en una comunidad, buscando las respuestas que calmen su alma, llevando una vida humilde y obediente, en la cual Dios pasa a ser un centro de sus vidas, ya que solamente Dios y su evangelio muestran los caminos trazados a seguir.

Las raíces de la institución no son cristianas, medievales, ni occidentales. El origen se mezcla con la crisis política, social y económica que atrapa a oriente y occidente a la caída del Imperio Romano. En este primer segmento, oriente, es el que se perfila como el heredero de la estructura del Imperio, ya que es el que toma sus bases políticas, administrativas, económicas y jurídicas. Es aquí, en oriente y bajo estas circunstancias donde comienzan a aparecer algunos hombres, que tras la desconfianza que tienen de la civilización, se colocan bajo una protección divina y particular, han renunciado a las formas del que hacer cotidiano, adoptan un modo de vida anacoreta y ascético. Mediante la soledad y el nulo contacto con la sociedad, buscan la perfección del alma, el contacto con el ser divino que les proporciona la paz y la tranquilidad que asegurará su salvación.

Al revisar la Regla que crea San Benito de Nursia, la primera palabra con la cual la podemos identificar es la obediencia, en primer lugar a un ser superior que es Dios, luego al abad y a los demás hermanos, este es el camino que conduce a Dios. La obediencia sin demora es el primer grado de humildad, es propio de quienes nada estiman más que a Cristo (2). Ambas palabras, obediencia y humildad están presentes en toda la regla, se conjugan, se entrelazan y forman los principales paradigmas que permiten al monje no hacer nunca su voluntad, sino la Dios, someterse y obedecer al abad con amor, soportar injusticias, practicar la piedad, la discreción, entre otros.

Además de obedecer y ser humilde, San Benito no deja de lado la oración insistente, en la cual se pide que Dios haga siempre su voluntad. El monje el orar, lo debe hacer con profunda devoción y humildad, de corazón, en comunidad y en privacidad. La regla señala como orar, que salmos decir, cuando y en que orden decirlos, como se debe celebrar cada oficio y que rezar en cada uno de ellos; hace distinción de días ordinarios y festivos, los cuales perduran, no iguales pero si en su esencia, hasta hoy; señala también la actitud que se debe tener, tanto física como espiritual en la oración. Pero no solamente la vida del monje consiste en orar, también se deben realizar trabajos manuales, los cuales son actividades diarias en su vida y que además se complementan con la oración, el ocio en el monasterio no existe, la ociosidad es enemiga del alma; por eso han de ocuparse los hermanos a unas horas determinadas en el trabajo manual y a otras también determinadas en la lectura divina (3). La comunidad debe orara y trabajar activamente, orara para contactarse con Dios, buscando la perfección, y trabajar para asegurarse la subsistencia.

El abad juega en el monasterio un rol importante, todos los monjes le deben respeto y obediencia, ya que es él quien hace las veces de Cristo en el monasterio (4). La comunidad es presentada por San Benito, como la familia, la cual es dirigida por el abad que pasa a ser el padre de familia, él es quien tiene el poder de reprender, exhortar y amonestar (5). El

Abad controla todo lo que existe en el monasterio, la ropa, la autorización del monje para recibir correspondencias u otras cosas de sus parientes. Dependen del juicio del abad, serán ordenadas las faltas que se pudieran cometer, pero la regla es quien dicta los castigos para cada una de las faltas cometidas. El abad es un hombre que es elegido de manera vitalicia, de un común acuerdo de toda la comunidad o de una sola parte de esta, la cual posee una mejor preparación para hacerlo. Se debe elegir, según su vida y su sabiduría; deber amar a los hermanos, debe ser prudente y justo, debe dar el ejemplo y debe tener en cuenta que su misión es servir al otro, pero por sobre todo nunca debe dejar de lado los puntos que se trazan en la regla.

San Benito está en una búsqueda constante para llevar a una vida de perfección, a un acercamiento cada vez más íntimo con nuestro ser supremo, su obra está plasmada de un deseo de infimita plenitud. Él hace una reglamentación, él ordena la vida en comunidad, en la cual no existían normas que la regularan, él establece paradigmas que son nuevos en este mundo. En Monte Casino reúne a sus propios hombres, a los cuales, les hace entrega de una regla. Esta regla es el producto de su experiencia, San Benito sólo intentaba “enseñar lo que había vivido” (6), y es justamente lo que pasma en su obra. Su deseo máximo es llegar hasta donde se encuentra Dios, pero el camino que se debe seguir tiene que ser ordenado; a través de una vida santa, guardando celibato, huyendo del mundo, buscar servir a Dios. Su concepción es la vida monacal organizada, que equilibra la liturgia con una profunda oración personal, el trabajo manual con el de las lecturas de las escrituras.

La importancia y lo innovador del proyecto humilde de San Benito, el cual pasaría desapercibido durante el siglo VI, es simplemente la imposición de una serie de normas que rigen la vida de un monje y su monasterio, y que pasará a ser el modelo a seguir de todas los monasterios de Europa Occidental, excepto los de España e Irlanda. En un principio esta serie de reglas no son bien vistas, es una época conflictiva en la que además existen notables diferencias entre los pueblos. San Benito y sus seguidores nunca imaginaron la trascendencia que tendría su obra para Occidente.

Gracias a la reforma impuesta por el emperador Carlomagno en el siglo VIII hacen que todos los monasterios adopten paulatinamente la regla, y así Europa de a poco se va haciendo benedictina.

Otro aspecto importante que introduce San Benito a al vida de Occidente y cual está impregnado en su regla es la función que adquiere el abad, actúa, anteriormente mencionado, como un padre de familia, lo cual fue heredado de Roma, y que ha diferencia de otros movimientos monacales en que el abad carecía de un poder y no posee una autoridad real sobre sus otros hermanos, el abad benedictino dirige y cuida la estabilidad de todas su comunidad e inclusive pasa a regular los aspectos que conciernen a la voluntad y a la libertad de sus monjes.

Estos son algunos aspectos que regirán la vida monástica en Occidente, lo cual, San Benito nunca imaginó, ni aspiró que su regla prestara servicios a una sociedad de la cual huían, ni tampoco tuvo la visión de los cambios que sufriría el monasterio original. La sociedad hizo de él una institución capital (7), gracias a que la obra está dotada de eficiencia, la cual le permitiría a la iglesia Occidental ir tomando poco a poco el mando de Occidente.

A lo largo del tiempo los monasterios se convirtieron en importantísimos centros culturales. Existió en ellos el deseo de transcribir manuscritos, lo cual, hizo posible conservar y transmitir la cultura clásica y así tener un mejor entendimiento de la religión; sus sistema de escuelas permitió que aprendieran a leer y a escribir todos los que antes de 1100 sabían hacerlo (8). Con esto podemos afirmar que los monasterios se convierten, en la edad media, en los conservadores de la cultura que fue heredara del Imperio Romano y Bizantino.

El monasterio que en un principio fue creado como una institución que gobernaba local y espiritualmente y orientados a una vida contemplativa, en la cual, lo único que se desea es estar en contacto pleno con Dios, paulatinamente se abre para

Estar y cobijar a una sociedad que requiere de su amparo y también participar de la administración de gobierno. Los monjes fueron ministros de la monarquía, señores locales que tenían funciones políticas y administrativas. La realeza los requiere, por sus capacidades y su intelecto, como escribanos, cancilleres y maestros. Debido a esto hay una transformación tal, en la cual, los monjes que vendrían de clases nobles y los abades pertenecerían a la clase aristocrática.

Siempre los monasterios, a pesar de todos los cambios que sufrirían nunca dejaron de lado su cercanía a Dios, pero ahora la sociedad con la cual se habían comprometido hacía que esto tuviera una doble dimensión. Su oración se intensificó llegando a ocupar la mayoría del tiempo de los monjes, gracias a la presión que ejercían los poderosos señores para salvación espiritual de sus parientes e inclusive la de ellos.

La comunidad monástica es autárquica, produce para su propio consumo, esto conlleva a que estos monasterios fueran las granjas modelos que tomarían la edad media y que a su vez se enriquecían y crecían gracias a las importantes donaciones que hacían nobles y reyes deseosos de obtener salvación. Tenemos, en definitiva, a los monasterios convertidos en importantes estados señoriales. Es aquí donde se trazan los matices en donde los monasterios se abren poco a poco al feudalismo. El abad se convierte en un señor, ya que está frente, y en el mando absoluto del monasterio. Esta idea calzada en la sociedad, ya es natural que la comunidad, mas semejante a un feudo, estuviera regida por un señor, que tenía control, y que además otorgaba favores a sus fieles. Este es el modelo que toma el gran terrateniente y sus vasallos.

La regla de San Benito cambia las estructuras en los diferentes monasterios, hace que la vida monacal occidental se uniforme, se reglamente, cambiando el sentido anacoreta por una verdadera vida en comunidad, y así caminan todos ellos por un mismo sendero, el cual implica llevar una vida obediente y fiel a Cristo, una vida austera, humilde, llena de penitencias y humillaciones, una vida contemplativa y siempre buscando la perfección del hombre. Gracias a la actividad y la gran influencia que ejercían los monasterios, la iglesia pudo sobrevivir y tomar jefatura de occidente. El monacato cada vez adquirió mayor importancia, creció económica y territorialmente, así como también su labor dentro de Europa, y todo este movimiento hace que resurgen algunas ciudades.

Toda esta continúa transformación Benedictina, transformación social, económica, cultura y sobre todo espiritual, que incluso perdura hasta nuestros días, la cual tenía por objetivo el querer buscar a Dios viviendo su fe en Cristo resucitado (9), alcanza su punto culmine con las reformas de Cluny y el Cister.

María José Ahumada Galaz

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(1) La Biblia Latinoamericana. Salmo 40. Pág. 1012

(2) Regla de San Benito. Capitulo V. Pág. 44

(3) Regla de San Benito. Capítulo XLVIII. Pág. 124

(4) Regla de San Benito. Capítulo II. Pág. 28

(5) Regla de San Benito. Capítulo II. Pág. 31

(6) García de Cortazar J. “Historia general de la edad media”. Pág.124

(7) García de Cortazar J. “Historia general de la edad media”. Pág.125.

(8) García de Cortazar J. “Historia general de la edad media”. IDEM Pág. 125

(9) Regla de San Benito. Presentación. Pág.7